Benjamin Driscoll, de treinta y un años, sueña con ver a Marte verde y llenar la atmósfera marciana de oxígeno. Para cumplir su sueño, Benjamin trabaja incansablemente: pasa treinta días indistinguibles el uno del otro en Marte, y todo este tiempo planta árboles.
A menos que consideres todo lo que da el árbol. Pinta la tierra, le da una bendita sombra y la riqueza de sus frutos. Un árbol es un mundo mágico de nuestra infancia; puedes escalar el cielo bajo troncos poderosos o balancearse libremente en las ramas.
Nunca en estos treinta días Benjamin miró hacia atrás, porque mirar hacia atrás significa rendirse. Durante este período, nunca llovió, y todo su trabajo podría ser en vano.
Por la noche, después de un largo día de trabajo, Benjamin se va a la cama, pero una gota de lluvia que le cae sobre la frente lo despierta. Llueve durante casi dos horas y luego se detiene. Vestido completamente seco, Benjamin Driscoll vuelve a ponerse y, feliz, se duerme.
Al despertarse por la mañana, se da cuenta de que su sueño se ha hecho realidad. La mañana se volvió verde, miles de árboles crecieron en una noche.
Y el aire! Fluía de todas partes, como ríos frescos de montaña, generosamente borrachos de oxígeno, que le daban árboles verdes.
Benjamin Driscoll inhala ansiosamente oxígeno y se desmaya.Al despertar, ve que otros cinco mil árboles nuevos han arrojado ramas verdes hacia el sol.